Llega ese día, hoy , casi ayer

Llegó el momento, con o sin plumas, a cara pintada de mil maquillajes, o descubierta que algunas pinturas se hacen alérgicas a según que caras, nos echamos llenos de muchas ganas al coso, sin salir de casa, baile de mascaritas con músicas que, por sí solas, ponen piernas en meneo; algunas coplillas, cuasi aguijones que se lanzan y que ponen  a todos en semivergüenza o no. Nuestras y nuestros niñas y niños, se lucieron grandemente, cada uno tiene su ratito en el «postureo», cantan, bailan, brincan y, sobre todo, nos hacen pasar ese ratito en el que, los mayores, disfrutamos de lo «lindo».

Allí, precisamente allí, estábamos todos, hasta la mamá de Luisito con un modelito que hacía volver el quejo a todo el mundo. A su lado, cazador avesado, Mauricio, el de la panadería, si, ese que le hace bollitos especiales… a ver… y que no se come, no porque engorde, sino porque el disfraz del año pasado ya no le entra. También había otros, que se colgaron un reloj de cadena, una pajarita y pintaron sus canas de más blanco todavía. Realzando, hasta límites insospechados, el momento, momento de todos.

La cosa, este año, va de «La máquina del tiempo», no sé si el disfraz correspondía al avance de los tiempos, porque la máquina, máquina, no era. Allí vimos egipcios, griegos, romanos, momias al uso, trogloditas de medio pelo, relojes de los que «ni pa’lante ni pa’trás», hubo, incluso, gente que parece aterrizó de otros planteas, y astronautas dispuestos a emprender el viaje. Y hubo quien, con  un gorrito y una camiseta, dio la talla, bonitos carnavales que sacan la originalidad de nosotros y la lucimos, sin problemas; llevamos preparándolo un tiempín, y ya, ¡por fin!, todos al fiestuqui.

A última hora, con el ritual de siempre, le dimos su paseíto a Doña Sardina, esa que no se sabe si la pescaron en el mar o en la bañera de algún vecino, aún así, presurosa, salió a la calle, con su batucada, sus bailes, sus carreras (el tiempo apremiaba), al final con diestra mano, los bomberos, ¡sí lo bomberos!, ¿quién lo diría? la ponían al fuego, tardó lo que un suspiro en perderse, el humo se ha llevado montañas de horas de trabajo, pero sí deja en su estela, que… «¡el año que viene, más!»

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